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16 de junio de 2016 a las 14:15

Excelencia: viaje hacia tu mejor versión.

No paramos de oír por todas las partes, desde todos los foros , en todos los ámbitos (empresa, educación, desarrollo personal,…) que la excelencia es lo que más mola, es lo que más peta, es lo que hacen los grande: las empresas de Silicon Valey, los colegios más elitistas o en los despachos de los coach más afamados. Queremos ser excelentes o, como dicen los gurús del cambio, encontrarnos con nuestra mejor versión. Sin embargo, estamos poco dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo en conseguirla, preferimos esperar a que el hada madrina saque su varita y nos reconvierta: de ratones a excelsos caballos. 

Empecemos por despejar dudas, balones fuera (o dentro, que queremos jugar con ellos): 

1.Excelencia ¿si o no?. Si, sin duda sí, a pesar de que la excelencia mal entendida puede ser más perjudicial que beneficiosa. Podemos pensar en modelos actuales que están absolutamente en entredicho en el ámbito de la educación: niños perfectos o madres perfectas atrapadas en vidas imposibles, ¿es necesaria tanta exigencia?, ¿no podemos despistarnos nunca de los objetivos de mejora? Si, también sin duda, porque la excelencia no es otra cosa que ese camino de mejora continua desde dónde ahora estás, desde donde ahora está tu organización, hasta donde quieres llegar, hasta tu propia definición de éxito. 

2.¿Resultado o Hábito? Habilidad. La excelencia es una habilidad y no solo un hábito y desde luego mucho menos un resultado. Y como toda habilidad requiere entrenamiento, requiere aprendizaje, requiere tiempo para su desarrollo, requiere transitar constantemente ese camino de ida y vuelta que Kaizen denominó mejora continua.

Algunas ideas para desarrollar la habilidad de exceler:

1.¿Hay tiempo reservado en tu agenda? Queremos excelencia, queremos mejorar lo que hacemos, queremos evitar volver a caer en los mismos errores y, en el mejor de los casos, estamos dispuestos a cambiar (no siempre es así, en una gran mayoría de casos queremos cambios sin que nada cambie o para que nada cambie) pero no estamos dispuestos a dedicarle tiempo al cambio, al desarrollo de la habilidad. Desarrollar habilidades requiere tiempo, requiere pararse, requiere pensar,…y esto debería de estar incluido en nuestra agenda, en la lista de cosas importantes y no relegarlo constantemente a la lista de pendientes, de lo accesorio. Covey lo cuenta muy bien en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva con esa historia del leñador que nunca termina de serrar el árbol porque no está dispuesto a dedicar algún tiempo a afilar su sierra. Dedicar tiempo a la excelencia, a ser excelentes en el día a día, es como afilar la sierra: si lo miras a corto plazo puede ser solo una pérdida de tiempo pero a poco que lo sitúes en la consecución de resultados a medio o largo plazo es la única forma de conseguirlo.  Lo otro no supone más que una fuga constante de tiempo, de rentabilidad, de oportunidades, de excelencia.

2. Más de lo mismo no es siempre mejor. No conseguiremos mejorar, ir a más (o a menos si en eso consiste nuestra mejora) si no dejamos de hacer siempre lo mismo, por más que le dediquemos tiempo. La mejora, el avance,…hunde sus raíces en el cuestionamiento, en la curiosidad en el comprender cuestiones esenciales como qué, cómo y por qué. Si no estás dispuesto a “darle otra vuelta” a las cosas, si no conectas fácilmente con ese cosquilleo que provoca preguntas como ¿y si lo pruebo de esta otra manera? ¿Cómo podría hacer para? ¿qué pasaría si?, vuelve a conectar con él porque va a ser básico para desarrollar la excelencia.

3. Los cimientos de una casa se anclan en terreno estable, el desarrollo personal, organizacional,...también debería de hacerlo. Partir de lo que ya hay, de lo que ya funciona, para poder anclar el cambio desde ahí. Algunas empresas están ya incluyendo prácticas de indagación apreciativa (poner en valor lo que ya hay y funciona o puede funcionar) pero quizá tus ganas o tu necesidad de exceler no sean tan potentes como para poder en marcha esta otra perspectiva del cambio anclado a lo que ya está en marcha o a disposición.

Si en tu agenda no está incluído el tiempo para pensar, reflexionar, planificar, evaluar, aprender, desarrollar habilidades, ser creativo… Si no eres capaz de activar tu sentido de curiosidad, de cuestionar lo que ya hay. Si no eres capaz de apreciar lo que sí está funcionando en medio de lo que no va del todo bien, va regular, mal o fatal. Entonces, no persigas la excelencia, olvídate de descubrirte en tu mejor versión, quédate donde estás y no malgastes energía, tiempo, dinero.

Gracias de corazón por leerme, en el próximo más (y probablemente mejor).

Verónica Bermúdez


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